Canibales y reyes(c.1) by Marvin Harris

Canibales y reyes(c.1) by Marvin Harris

autor:Marvin Harris
La lengua: es
Format: mobi
publicado: 2009-08-19T22:00:00+00:00


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El cordero de la misericordia

Espero no haber dado la impresión de que el sacrificio y la ingestión de prisioneros de guerra era una especialidad peculiar de los indoamericanos. Hace incluso cincuenta o cien años, el sacrificio de prisioneros de guerra a pequeña escala y la redistribución de su carne eran prácticas comunes en cientos de sociedades preestatales diseminadas en África al sur del Sahara, en el sudeste asiático, Malasia, Indonesia y Oceanía. No obstante, tengo motivos para creer que la ingestión de carne humana nunca fue un aspecto importante de los festines redistributivos de las culturas inmediatamente predecesoras del surgimiento de los estados en Mesoamérica, Egipto, la India, China o Europa.

En todas estas regiones los seres humanos eran ritualmente sacrificados, pero rara vez comidos. Fuentes romanas autorizadas —César, Tácito y Plutarco— afirman que el sacrificio de prisioneros de guerra era algo común entre las llamadas naciones «bárbaras» de los límites del mundo greco-romano. Los griegos y los romanos de la antigüedad clásica tardía consideraban inmoral todo tipo de sacrificio humano y les perturbaba que los soldados honestos fueron privados de sus vidas en beneficio de los cultos de pueblos tan «incivilizados» como los bretones, los galos, los celtas y los teutones. Sin embargo, en tiempo de Homero los griegos no habían sido contrarios a matar una pequeña cantidad de prisioneros para influir a los dioses. Por ejemplo, durante la batalla de Troya, el héroe, Aquiles, colocó en la pira funeraria de su compañero de armas, Patroclo, a doce troyanos capturados. Incluso en época tan tardía como la de la gran batalla naval de Salamina, sostenida en el 480 antes de nuestra era entre griegos y persas, Temístocles, el comandante en jefe de los griegos, ordenó el sacrificio de tres cautivos persas a fin de asegurarse la victoria. En otro tiempo, también los romanos habían practicado sacrificios humanos. Alrededor del 226 antes de nuestra era, dos galos y dos griegos fueron quemados vivos con el fin de impedir que se cumpliera una profecía según la cual galos y griegos ocuparían poco después la ciudad de Roma. En el 216 y en el 104 antes de nuestra era tuvieron lugar incidentes semejantes.

Los aguerridos soldados romanos se acobardaron durante los primeros encuentros con los celtas, que se lanzaban a la batalla murmurando cantos extraños y corriendo totalmente desnudos por la nieve contra las filas romanas. La existencia de un «culto de la cabeza cortada» celta a través de toda la Europa prerromana de la Edad de Hierro, demuestra que los negros y los indios no son los únicos americanos contemporáneos que descienden de los cazadores de cabezas. Los guerreros celtas acomodaban las cabezas recién cortadas de sus enemigos en los carros y las llevaban consigo de regreso para colgarlas de las vigas de sus casas. En el sur de Francia, los celtas exponían cráneos en nichos tallados en monolitos de piedra. Los cráneos adornaban las fortalezas celtas de las colinas y las entradas de sus aldeas y poblaciones. No sabemos si algunos de estos cráneos se obtenían mediante víctimas de sacrificios.



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